Rotterdam

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domingo, 8 de febrero de 2009

La próxima etapa allá arriba

Un gran corredor de fondo..., siempre feliz y lleno de optimismo. Era por encima de todo un amigo, del que podías esperar todo lo mejor. Necesitabas ayuda,...allí estaba él. Y todo con el sentido del humor que lo caracterizó. Le gustaba divertirtse con los suyos y era imposible que tuviera enemigo alguno. Sus ojos celestes radiaban bondad y hasta en los últimos momentos mantuvo el coraje, la resistencia y la esperanza que siempre marcaron su vida. Jamás mostró debilidad frente a los que estuvieron a su lado durante el deterioro físico que tuvo que afrontar. Sorprendía a todos, pero conociéndole bien, sólo eso podía pasar...,había que intentar vencer este contratiempo. Porque es sólo eso, una parada en esta etapa de la vida que él como buen ciclista fué capaz de afrontar, las siguientes las rodará allá arriba, donde tiene asegurada la meta.

No dejo de olvidar los momentos de mi infancia y juventud que pasé a su lado. Siempre un ejemplo de trabajador indomable, me introdujo también en los entresijos de la ¨amistad¨ y el buen goce de la vida. Tras un día agotador podía haber un hueco para una charla con los amigos tomando un vaso de manzanilla y una tapa. A la vuelta a casa, seguía activo con su familia, haciendo esto y lo otro. Su mujer y sus hijas eran su otra preocupación, su disposición era total. Hombre de izquierdas, con gran sentido crítico y mucho respeto, me comentaba cuando el caso así lo mandaba, de qué manera podían ir las cosas mejor, en el barrio, nuestra tierra, nuestro país y hasta en el mundo. No era individuo de mucha religiosidad pero lo que puedo asegurar es que su alma no necesitaba para nada la expresión externa de la fe, él era natural y espontáneamente conectaba y actuaba como hombre de bien, sin entrar en profundidades poco prácticas.

Han pasado unas semanas en que no podía reaccionar, no quería creérmelo. Ahora no tengo refugio y sólo me queda, tomando ejemplo de él, afrontar con fuerza y determinación que no volverá a nuestras vidas, pero que seguirá en nuestros recuerdos para iluminar nuestros caminos y enseñarnos que con su tozudez y voluntad de hierro podemos alcanzar nuestras metas. Qué gran vacío deja, no sólo allí, sino aquí tan lejos donde en silencio hemos llorado su pérdida. Jamás, jamás te olvidaremos, Cipri. Javier

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