Leyendo El País en esta mañana dominical me he sentido tremendamente identificado con la historia que narraba Justo Navarro en el suplemento de la región andaluza. Quisiera que leyéseis un fragmento:
¨Un amigo, profesor en una universidad andaluza, me cuenta lo siguiente. Tres alumnos le comentaron a una profesora que el frío en las aulas hacía difícil seguir las clases, en las que estos días es normal ver a estudiantes con abrigos, bufandas, guantes, gorros y pasamontañas, como si las instalaciones académicas fueran la sala de espera de una remota estación del Transiberiano. Los tres alumnos ateridos no procedían de uno de esos países cálidos donde el frío no existe, sino de Polonia, que en invierno se hiela y en estos momentos sufre temperaturas peligrosamente gélidas. La profesora acudió a una autoridad de la facultad y recibió una respuesta que yo ya había oído: ¿Para qué instalar o arreglar la calefacción si aquí el frío dura muy poco?.
Una vez fui a Suecia, a Umea, en el golfo de Botnia, y conocí a una señora que había vivido en Granada tres meses, lo que aguantó, lo que según la autoridad académica dura el frío aquí. La señora, antigua maestra, había decidido vivir después de su jubilación en Granada, ciudad legendaria, pero no pudo soportar el frío granadino, a pesar de las estufas. Me lo contaba en Suecia, a 15 grados bajo cero, cuando se acercaba la primavera. Las casas de Umea parecen provisionales, prefabricadas, de paneles de madera sintética, pero son perfectamente herméticas, caldeadas a 23 grados permanentes en todas las habitaciones. En Granada las costumbres de construcción no incluyen el aislamiento térmico de la vivienda, y el principal instrumento calefactor ha sido el brasero eléctrico, que une a las familias: separarse de la mesa, salir al pasillo, puede ser una experiencia similar a la de adentrarse en las nieves perpetuas polares....¨.
Jamás en mi vida (salvo el paseo en barco hasta la estatua de la Libertad en Manhattan un gélido día de diciembre) he pasado más frío como durante un invierno en Ronda (Málaga, España). A pesar de ser un típico pueblo de montaña la casa donde vivíamos debía tener muros de papelcartón. Ni con estufas eléctricas ni nada. Por la noche se te metía el frío atravesando las mantas y colchas de la cama. El viento entraba por los resquicios de las ventanas. Para ir al trabajo, meterte en la ducha era el peor castigo que te podían dar del día. Y yo no soy especialmente friolero, pero preguntadle a Carmen....
He viajado mucho y he visitado países fríos como Suecia, Noruega, Dinamarca, Alemania, Croacia y Bosnia, incluso en barco he navegado por las aguas que bordean la patagonia argentina, cerca de la Antártida, y de vuelta a España por el hemisferio norte circunvalando las costas canadienses. Siempre he podido disponer de un ambiente protector, bien sea casa o lugar de acogida, con el confort suficiente para no pasar frío. Sin embargo, en mi país, recuerdo las noches de estudio envuelto en ropa y mantas, pasando frío, estuviera donde estuviera.
Aquí en Holanda también existen unas exigencias mínimas de construcción en cuanto a aislamiento térmico, pero se cumplen a rajatabla. Disponiendo de tu sistema de calefacción central, en los meses de invierno estás en la Gloria metidito en casa. Y eso que hemos tenido temperaturas hace un par de semanas de -13 grados. Los canales han estado helados más tiempo que en años anteriores y los lugareños han disfrutado del patinaje sobre hielo natural como niños. Llevamos unas semanas en que han vuelto a normalizarse las temperaturas, durante el día estamos a 3 ó 4 graditos y por la noche bajamos de los cero a los -1 a -4 grados. Pero no se nota, salvo cuando vas al trabajo y tienes que tomar el metro y andar un poco por el exterior.
Las construcciones en España no suelen disponer (o al menos, no disponían) de un correcto aislamiento. Para qué, más costes y menos beneficios para el promotor o constructor....en fin esos tres meses de invierno pasan volando, ¿no?. En parte me alegro del momento de crisis que sufre el sector inmobiliario. Supongo que desapareceran los ¨ricos del ladrillazo¨, que han construido con la calidad que nadie les ha exigido, siendo igualmente culpables Ayuntamientos y Gobiernos Estatal y Regionales. Vivimos en una especia de burbuja que ha permanecido en el aire hasta que no había nada que la mantuviese en permanente flotación aerostática. Hasta que ha tocado tierra firme y ha explotado. Más vale que asumamos la realidad y se empiece a depurar a los eternos vividores que pululan por nuestras ciudades y pueblos, con su único objetivo de ganar dinero de todos aquellos que no tienen más remedio que buscar una vivienda digna pero que no les arruine para toda la vida, aunque tengan que pasar más frío que el perro de un pastor. Javier
No hay comentarios:
Publicar un comentario