Después de un mes de agosto de los "peorcitos" que hemos vivido en Holanda (la primera semana... aceptable, las restantes...lluvia) teníamos ganas de hacer una salida por los alrededores. Así que el primer fin de semana de septiembre nos dirigimos a Brussels, donde se hace el fin de semana de la cerveza belga.
Este evento se da cita todos los años en la Grand Place (en francés) o Grotte Markt (en flamenco), un lugar digno de visitar por el resplandor de los edificios que la rodean, conjunto arquitectónico del siglo XVII y declarado Patrimonio de la Humanidad en 1998 (Hôtel de Ville, la Maison des Ducs de Brabant, el Musée de la Ville de Bruxelles, la Maison du Roi, etc.).
"La niña bonita de Bélgica es su cerveza: con un tamaño similar al de Galicia, el país es responsable del 1% de la producción mundial de cerveza y cuenta con más de 150 cervecerías (fábricas, que no bares), alrededor de 700 marcas y unas 1.500 variedades.
Bruselas se convierte entre el 5 y el 7 de septiembre en la capital de la malta, la cebada y el lúpulo con desfiles, ceremonias… Y cerveza. Mucha. Belgian Beer Weekend permite a sus fieles probar tantas como quieran (o puedan), hablar con los productores y conocer su realización y secretos, así como aprender a servirla sublimando sus matices.
Profundamente arraigada en su cultura, la cerveza es más que una bebida para los belgas. Refrescantes, fuertes, blancas, rubias, ámbar, rojizas, negras, afrutadas, dulces, amargas, ácidas, de fermentación alta, baja, espontánea o mixta (estas dos últimas, exclusivas de Bélgica), de abadía, trapenses… Las hacen de todos los colores y sabores. Y, claro, luego vienen las manías: no todas se sirven igual y muchas tienen su propio vaso, diseñado ad hoc para mantener la temperatura adecuada y realzar su sabor, aroma e, incluso, color."
Hasta aquí todo bien, pero hay que hacer algunos matices. No sabéis la cantidad de gente que se congrega. Eso significa tiempo de espera en las colas. Colas para comprar las chapas (con las que se pagan las cervezas y el depósito por el vaso específico del stand), colas para entrar (es de aforo limitado). Una vez dentro y dependiendo de la cantidad de gente, dar la vuelta al recinto puede durar horas. Si no fuese porque se encuentran cervezas que en ningún otro lugar encontrarías, el precio que se paga es más alto de lo habitual. Y normalmente el vaso de cerveza suele ser pequeño, 25 cl. En fin, un negocio para los expositores.
Tuvimos poco tiempo para hacer turismo por Bruselas. Pateamos el centro y comimos en uno de los restaurantes más conocidos de la ciudad.
En cuanto al alojamiento, disfrutamos en un Bed & Breakfast en el sur de la ciudad, que nos devolvió por unos días al Siglo de Oro de los territorios de Flandes. Como más valen unas imágenes que las palabras, os dejamos con un videoclip de nuestra escapada. Javier
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