El programa de trabajo hoy ha sido bastante liviano para mí. Una ecografía transesofágica en cuidados intensivos bajo anestesia y comenzar un bypass aorto-coronario con un residente (el caso no era mío, sino de otro colega). Fuera de eso, en mi despacho, bajarme algunas cosas por Internet: prensa de Españistán, alguna peli, el álbum de Mecano “Mecano”’ (de 1982 creo), hacer una compra en Amazon, imprimir un documento de Carmen y grabar a un disco externo la saga de Star Trek que tenía “stand-by” en el ordenador. Pero no os creáis que esto ocurre todos los días. Yo tenía otro paciente para quirófano, pero por diversas circunstancias que no comentaré, fue cancelado por la mañana. Así que ha sido también un poco de suerte.
Hoy he tenido tiempo de profundizar en la lectura de la prensa local mientras contemplaba la inusual estampa del exterior a través de mi ventana. Un Rotterdam bañado en luz, hermoso día soleado, que pocas veces disfrutamos, especialmente durante esta primavera inusualmente fría y desagradable. He leído con interés un artículo del NRC que trata sobre prejuicios y “racismo” sobre expatriados occidentales en países “menos” desarrollados. Su título es…Oh pardon, was dat beledigend?, que traducido sería como…Oh, disculpe, le he ofendido? (traducción no exactamente literal). Un periodista del rotativo, corresponsal en la India, nos relata su experiencia sobre los prejuicios y dificultades de relación entre occidentales y la población autóctona. Es la imagen especular de lo que ocurre en Occidente con los emigrantes de los países del tercer mundo. Nos pone algunos ejemplos interesantes y se habla igualmente de Indonesia, antigua colonia holandesa, y el trato más benévolo a los holandeses, seguramente por compartir un período de la historia reciente de este país. Pero no es precisamente de esto de lo que quería hablar, sino de una observación que, partiendo de un reportero holandés, sorprende por su sinceridad y claridad. Comenta en la parte final del artículo que los holandeses no se libran de enjuiciar o prejuzgar incorrectamente a los expatriados de otros países. Según una encuesta del International Expat Explorer de 2011, Holanda es uno de los países menos amigable para expatriados. El periodista continúa relatando que en muchos foros para expatriados aparecen calificativos (de sus compatriotas) como groseros, insolentes, cerrados y sabelotodo. Una amiga británica del reportero casada con un holandés cita igualmente la tacañería como calificativo que les distingue. El hecho de querer encontrar y comprar todo lo más barato posible raya niveles de locura colectiva.
Con la experiencia de haber emigrado a Holanda en el año 2006 debo decir que comparto la mayoría de estas afirmaciones, en muchas ocasiones habiéndolo sufrido en mis propias carnes, aunque no quisiera generalizar. Me encuentro cada día también con holandeses maravillosos, que por su empatía y cordialidad te hacen la vida mucho más agradable. Sobre todo al comienzo de mi vida laboral, en Rotterdam, sí sufrí ser la diana de los prejuicios infundados sobre extranjeros y más siendo español (p.ej. no te ven igual que un británico o un norteamericano). En alguna ocasión he llegado a pensar que existe racismo en el comportamiento de esta sociedad, que por otra parte se distingue por ser de las más libres y transigentes del mundo. Todo una paradoja. Pero creo que el éxito de nuestra integración aquí ha consistido en intentar comprender “sus” razones (algunas hasta históricas) y persistir en las nuestras, sin importar qué diablos fueran a pensar, porque estábamos y estamos convencidos de que son las correctas y no nos equivocamos. Este duelo o choque de titanes trae como resultado alguna situación conflictiva. Por ejemplo, en alguna ocasión he tenido que “embestir” como un Miura para salir victorioso y sin derramamiento de sangre. Es suficiente con que el carácter latino salga a relucir y muestres que te enfrentas con todas las consecuencias, sin miedos y seguro de lo que haces. Eso sí les doblega. Ojo, pero de verdad que no estés equivocado. Aquí cualquier intento de chulería o falseamiento de la verdad te puede costar muy caro. Creo que con el paso del tiempo, cuando das a conocer tu valía y seriedad, derrumbando los tópicos de toda la vida, y dando la confianza que ellos esperan de tí, todo se hace mucho más fácil, puedes entrar poco a poco en sus círculos de amigos y familiares, y sentirte igualmente parte de esta sociedad. Es el momento de no sufrir sino de disfrutar de esta cultura. Para ello debes actuar con una gran claridad de miras, ser muy flexible y transigente, armarte de paciencia a veces, y no desistir nunca. Estos son un poco los consejos que daría a los que están pensando en probar suerte por aquí. Y que Dios reparta suerte. Javier
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